sábado, 20 de agosto de 2011
viernes, 19 de agosto de 2011
VIAJE EN EL TIEMPO DE UNA PIRATA
CAPÍTULO I

Había una vez una valiente pirata llamada Lucía, que vivía en un país lejano y desconocido, Narviaco. Era un país habitado por cientos de piratas, entre los cuales Lucía, era sin duda, la más valiente y honesta de todos, sí es que puede haber algún pirata honesto, claro.
Lucía estaba decidida a convertirse en la pirata más famosa de todos los tiempos, y para ello, tomó la resolución de encontrar el tesoro más valioso de todo el mundo. El problema era que dicho tesoro se encontraba en la Caverna Maldita, una misteriosa gruta en la que todo aquel que se adentraba jamás regresaba. Sus compañeros le advirtieron de que no intentara semejante temeridad, pero ella no hizo caso, no tenía miedo a nada.
Se despidió de todos y fue resuelta hacia la Cueva Maldita. Al llegar a la entrada, miró por última vez hacia atrás: "¿Y si tienen razón? ¿Y si ya no regreso jamás?" -Pensó. Pero sacudío la cabeza y se adentró en la cueva resuelta.
En el interior de la cueva hacía muchísimo calor, empezó a sudar, su pelo se humedeció, y poco a poco empezó dejar de ver, la oscuridad se hacia cada vez más intensa, hasta que finalmente, sólo podía avanzar guiándose por el tacto de sus manos, sobre las húmedas paredes de aquella siniestra gruta maldita.
"¿Serán visiones?", "¿Es luz?" "¡Si, sí, es luz!" Efectivamente,a lo lejos, un pequeño haz de luz se abría ante sus ojos y ella avanzó ávidamente hacia aquella claridad. ¡Estaba salvada! Sí, allí estaba, otra vez la salida de la caverna . . .
¡Qué demonios es esto!- Gritó Lucía al salir. La luz cegaba sus ojos aún acostumbrados a la semipenunbra, pero no le estaban engañando. Aquello era asombroso, ante sus ojos unos misteriosos objetos flotantes iban a un lado y a otro, ante una curiosa estampa de casas impresionantemente altas y brillantes, y un sinfín de pantallas con luces y colores, un ruido ensordecedor, y miles de personas extrañamente vestidas que corrían por todos lados sin mirarse unos a otros . . . ¿Esto es un sueño? ¿Dónde demonios estoy?- Pensó
¡Eh, tú! ¡Estás detenida!
Lucía miró a su derecha y vio que un extraño ser metálico, con apariencia de persona, le hablaba mientras le ponía unas esposas en las manos.
- ¿Qué pasa?- Preguntó Lucía, pero no le hicieron caso. A su lado había varios de aquellos seres extraños que hablaban entre ellos.
- No sé por qué demonios no cierran este agujero, no paran de llegar personajes extraños que al final saturarán las cárceles. Ahora una chica, con esas ridículas ropas y diciendo que llegan del siglo XVIII. ¡Locos! - Dijo el robot que acababa de detenerla.
- No sé, a mí me dan un poco de pena. Parece realmente que crean que vienen de otra época. Y además, está chica tiene cara de buena persona.
¡Cara de buena persona! Soy una pirata, y bien que te lo demostraría si no me hubierais puesto estas malditas esposas.- Respondió Lucía alterada.
CONTINUARÁ . . . . . .
Había una vez una valiente pirata llamada Lucía, que vivía en un país lejano y desconocido, Narviaco. Era un país habitado por cientos de piratas, entre los cuales Lucía, era sin duda, la más valiente y honesta de todos, sí es que puede haber algún pirata honesto, claro.
Lucía estaba decidida a convertirse en la pirata más famosa de todos los tiempos, y para ello, tomó la resolución de encontrar el tesoro más valioso de todo el mundo. El problema era que dicho tesoro se encontraba en la Caverna Maldita, una misteriosa gruta en la que todo aquel que se adentraba jamás regresaba. Sus compañeros le advirtieron de que no intentara semejante temeridad, pero ella no hizo caso, no tenía miedo a nada.
Se despidió de todos y fue resuelta hacia la Cueva Maldita. Al llegar a la entrada, miró por última vez hacia atrás: "¿Y si tienen razón? ¿Y si ya no regreso jamás?" -Pensó. Pero sacudío la cabeza y se adentró en la cueva resuelta.
En el interior de la cueva hacía muchísimo calor, empezó a sudar, su pelo se humedeció, y poco a poco empezó dejar de ver, la oscuridad se hacia cada vez más intensa, hasta que finalmente, sólo podía avanzar guiándose por el tacto de sus manos, sobre las húmedas paredes de aquella siniestra gruta maldita.
"¿Serán visiones?", "¿Es luz?" "¡Si, sí, es luz!" Efectivamente,a lo lejos, un pequeño haz de luz se abría ante sus ojos y ella avanzó ávidamente hacia aquella claridad. ¡Estaba salvada! Sí, allí estaba, otra vez la salida de la caverna . . .
¡Qué demonios es esto!- Gritó Lucía al salir. La luz cegaba sus ojos aún acostumbrados a la semipenunbra, pero no le estaban engañando. Aquello era asombroso, ante sus ojos unos misteriosos objetos flotantes iban a un lado y a otro, ante una curiosa estampa de casas impresionantemente altas y brillantes, y un sinfín de pantallas con luces y colores, un ruido ensordecedor, y miles de personas extrañamente vestidas que corrían por todos lados sin mirarse unos a otros . . . ¿Esto es un sueño? ¿Dónde demonios estoy?- Pensó
¡Eh, tú! ¡Estás detenida!
Lucía miró a su derecha y vio que un extraño ser metálico, con apariencia de persona, le hablaba mientras le ponía unas esposas en las manos.
- ¿Qué pasa?- Preguntó Lucía, pero no le hicieron caso. A su lado había varios de aquellos seres extraños que hablaban entre ellos.
- No sé por qué demonios no cierran este agujero, no paran de llegar personajes extraños que al final saturarán las cárceles. Ahora una chica, con esas ridículas ropas y diciendo que llegan del siglo XVIII. ¡Locos! - Dijo el robot que acababa de detenerla.
- No sé, a mí me dan un poco de pena. Parece realmente que crean que vienen de otra época. Y además, está chica tiene cara de buena persona.
¡Cara de buena persona! Soy una pirata, y bien que te lo demostraría si no me hubierais puesto estas malditas esposas.- Respondió Lucía alterada.
CONTINUARÁ . . . . . .
La princesa de fuego
He leído este cuento y me ha gustado bastante, así que aquí os lo dejo para que también lo podáis disfrutar vosotros.

Hubo una vez una princesa increíblemente rica, bella y sabia. Cansada de pretendientes falsos que se acercaban a ella para conseguir sus riquezas, hizo publicar que se casaría con quien le llevase el regalo más valioso, tierno y sincero a la vez. El palacio se llenó de flores y regalos de todos los tipos y colores, de cartas de amor incomparables y de poetas enamorados. Y entre todos aquellos regalos magníficos, descubrió una piedra; una simple y sucia piedra. Intrigada, hizo llamar a quien se la había regalado. A pesar de su curiosidad, mostró estar muy ofendida cuando apareció el joven, y este se explicó diciendo:
- Esa piedra representa lo más valioso que os puedo regalar, princesa: es mi corazón. Y también es sincera, porque aún no es vuestro y es duro como una piedra. Sólo cuando se llene de amor se ablandará y será más tierno que ningún otro.
El joven se marchó tranquilamente, dejando a la princesa sorprendida y atrapada. Quedó tan enamorada que llevaba consigo la piedra a todas partes, y durante meses llenó al joven de regalos y atenciones, pero su corazón seguía siendo duro como la piedra en sus manos. Desanimada, terminó por arrojar la piedra al fuego; al momento vio cómo se deshacía la arena, y de aquella piedra tosca surgía una bella figura de oro. Entonces comprendió que ella misma tendría que ser como el fuego, y transformar cuanto tocaba separando lo inútil de lo importante.
Durante los meses siguientes, la princesa se propuso cambiar en el reino, y como con la piedra, dedicó su vida, su sabiduría y sus riquezas a separar lo inútil de lo importante. Acabó con el lujo, las joyas y los excesos, y las gentes del país tuvieron comida y libros. Cuantos trataban con la princesa salían encantados por su carácter y cercanía, y su sola prensencia transmitía tal calor humano y pasión por cuanto hacía, que comenzaron a llamarla cariñosamente "La princesa de fuego".
Y como con la piedra, su fuego deshizo la dura corteza del corazón del joven, que tal y como había prometido, resultó ser tan tierno y justo que hizo feliz a la princesa hasta el fin de sus días
Hubo una vez una princesa increíblemente rica, bella y sabia. Cansada de pretendientes falsos que se acercaban a ella para conseguir sus riquezas, hizo publicar que se casaría con quien le llevase el regalo más valioso, tierno y sincero a la vez. El palacio se llenó de flores y regalos de todos los tipos y colores, de cartas de amor incomparables y de poetas enamorados. Y entre todos aquellos regalos magníficos, descubrió una piedra; una simple y sucia piedra. Intrigada, hizo llamar a quien se la había regalado. A pesar de su curiosidad, mostró estar muy ofendida cuando apareció el joven, y este se explicó diciendo:
- Esa piedra representa lo más valioso que os puedo regalar, princesa: es mi corazón. Y también es sincera, porque aún no es vuestro y es duro como una piedra. Sólo cuando se llene de amor se ablandará y será más tierno que ningún otro.
El joven se marchó tranquilamente, dejando a la princesa sorprendida y atrapada. Quedó tan enamorada que llevaba consigo la piedra a todas partes, y durante meses llenó al joven de regalos y atenciones, pero su corazón seguía siendo duro como la piedra en sus manos. Desanimada, terminó por arrojar la piedra al fuego; al momento vio cómo se deshacía la arena, y de aquella piedra tosca surgía una bella figura de oro. Entonces comprendió que ella misma tendría que ser como el fuego, y transformar cuanto tocaba separando lo inútil de lo importante.
Durante los meses siguientes, la princesa se propuso cambiar en el reino, y como con la piedra, dedicó su vida, su sabiduría y sus riquezas a separar lo inútil de lo importante. Acabó con el lujo, las joyas y los excesos, y las gentes del país tuvieron comida y libros. Cuantos trataban con la princesa salían encantados por su carácter y cercanía, y su sola prensencia transmitía tal calor humano y pasión por cuanto hacía, que comenzaron a llamarla cariñosamente "La princesa de fuego".
Y como con la piedra, su fuego deshizo la dura corteza del corazón del joven, que tal y como había prometido, resultó ser tan tierno y justo que hizo feliz a la princesa hasta el fin de sus días
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